Óptica del desierto
y Flash Creatio (2013), publicado por la editorial Los libros de la Iguana,
la proclama como una poeta cabal (no acepto el feminismo poetisa). No hay duda
que comprende el oficio de poeta. Ya desde el poema breve “Es”, dedicado a su progenitora se siente el
élan de la comprensión y ternura, del anhelo de madurez espiritual, del camino
liberatorio del alma. Y todo eso a pesar de que es un poema epigramático, un prodigio
de síntesis. Óptica del desiertoy Flash
Creatio es un poemario donde la impronta del franciscanismo profundo se
manifiesta con eclosión de pasión ardiente, compasión inefable, amistad
acendrada y serenidad exquisita. Todo dicho con elegancia. El poema “Mortaja”
es una verdad monda y lironda hecha poesía. Originalísimo me resultó
“Endoscopía” y los poemas dedicados a personas como José Luis Vega, Ana María
Fuster y Reynaldo Marcos Padua, que demuestran el espíritu conciliatorio de la
poeta que busca la trascendencia antes
que puntualizar lo que nos separa. En fin, es un poemario bien logrado, donde
los pocos neologismos lingüísticos que emplea no destiñen el excelente canon poético propuesto en el
título. Es un poemario lleno de símbolos
promisorios y de sutiles alusiones a rituales ancestrales que habrá que
ocuparse de ellos en un estudio más detenido.
Sincronía
y diacronía en Óptica del desierto…
El poemario se
inscribe dentro de la ya vieja tendencia del verso libre, aunque hay una
tendencia constante hacia la rima asonante y a la armonización vocálica en eco.
No obstante, predomina métricamente el anisosilabismo. Los modos de escandir el
verso siguen la tendencia entonacional de la poeta y la conclusión de las
tiradas de versos se marcan cuando se termina el sintagma oracional. Vistos los
poemas al trasluz del recuerdo y la experiencia de lector cuidadoso,
encontramos las filigranas o marcas de agua como improntas indelebles una
desleída resonancia de las poetas de los años ’20 hasta los ’40: desde Juana de Ibarbourou,
Delmira Agostini, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Julia de Burgos, Clara
Lair, Nimia Vicens, entre otras. Lejanos ecos que llegan a Iris Miranda no
necesariamente por sus lecturas directas, sino a través del canon generacional
que la precedió, además de las sensibilidades comunes a las mujeres escritoras
luchadoras e incomprendidas en una cultura literaria dominada por el macho.
Independientemente,
de su vínculo con el canon poético, este poemario es muy moderno y universal.
Véase por ejemplo la vibrante introducción a modo de prosa poética titulada
“Vasija de cedro” donde la poeta se mueve entre dos mundos y tres generaciones,
es decir, entre el pasado y la contemporaneidad. El chocolate caliente con
queso de papa, receta de la abuela y las agujas de tejer se resumen hermanadas
en la moderna computadora. Es la inmediatez del universo cibernético que rompe
las barreras del tiempo y virtualmente la realidad contingente se convierte en
una especie de mágico holograma. Todo levemente insinuado, sugerido.
Esta tendencia
presentista resulta natural en todos los poetas contemporáneos con instrucción
académica formal. Un rasgo común en todos los que, fascinados por el arte,
siguen al principio el camino de la mímesis, y luego se aventuran a la más
inimaginable experimentación. Fuera de las consideraciones aristotélicas, los
poemas de Iris Miranda logran una presencia e identidad propia de su entorno
vital y poético. Sus poemas se destilan concienzudamente desde una “alquitara
pensativa”, como dijo Quevedo. Por otro lado, cuando aborda sentimientos
ancestrales como el de la maternidad o el amor ágape hacia la madre, los versos
buscan dentro del canon psíquico el metro breve, el hexasílabo, característico
de las canciones de cuna. Hay, además, una tendencia muy marcada a combinar las
cláusulas de entonación entre tiradas de versos largos y elocuentes con
sintagmas más breves y cortantes, véase por ejemplo el poema “Desolado” en
donde la combinación de sintagmas evoca el movimiento del mar. Son las llamadas
cadencias y similicadencias combinadas en función del significado global de los
poemas.
Semánticamente,
habrá que hacer inventario de las peculiares antítesis y paradojas como
elemento particular y propio de este poemario, donde, después de varios
intentos, la autora “entró con pie derecho” al espacio inefable del poema y al
reino absoluto de la poesía.
Le deseo a
Iris Miranda un paraíso de buena suerte
en el camino tortuoso de la poesía, sobre todo en una islita donde cantar la
voz de la intimidad pulcra y trascendente es como la voz de aquél que clamaba
en el desierto…
Sinceramente,
Marcelino J.
Canino Salgado
21 de noviembre de 2013
San
Juan de Puerto Rico